Los secretos de la presurización en cabina
- toni
- 23 ene 2021
- 2 Min. de lectura
De toda la vida hemos oído que las cabinas de los aviones de pasajeros están presurizadas. De forma que durante el vuelo, no sólo no notamos los cambios drásticos de presión producidos por el ascenso y el descenso, sino que además disfrutamos de una presión suficiente que nos permite respirar, algo que todos damos por descontado. Pero, realmente, ¿esto es exactamente así? ¿La presión dentro del avión es constante durante todo el vuelo? ¿Qué pasaría si la cabina no estuviera presurizada? ¿Qué sentiríamos? ¿Cómo se consigue esa presurización mecánicamente?
Para contestar a estas preguntas, tenemos que entender por qué la presión varía en un vuelo. La razón es porque, aunque no nos lo parezca, el aire pesa, y por tanto la presión que éste ejerce sobre la aeronave es menor conforme ésta vuela a más altura (menos peso de aire tiene encima, que soportar). Al igual que los alpinistas cuando suben el Everest, al aire a mucha altura es por decirlo de un modo coloquial “más ligero” o “menos denso”. Eso implica que las moléculas de oxígeno están más “separadas” . Por esta razón, la concentración de oxígeno a grandes alturas no es la suficiente como para poder respirar con normalidad.
La presurización en el avión, por tanto, es una cuestión crítica ya que por un lado permite respirar a los pasajeros. Y además, una despresurización rápida o instantánea equivaldría a una explosión en cuyo caso suele dañarse parte del fuselaje e incluso desprenderse partes del avión como la cola, los estabilizadores o dañar los conductos hidráulicos que permiten el gobierno del avión. Es por este motivo que cada vez que montamos en un avión, oímos en los mensajes de seguridad, que en caso de descompresión de cabina, caerán automáticamente las máscaras de oxígeno de los compartimentos superiores. La maniobra estándar para la que los pilotos han sido entrenados en estos casos es hacer descender el avión rápidamente hasta alcanzar la altitud tal que la presión natural permita la respiración de forma habitual.

Desde un punto de vista práctico, la presurización se produce de forma automática mediante unos compresores que bombean aire a presión para mantener una presión estable en cabina, cerrada herméticamente, equivalente a los 1.500 metros sobre el nivel del mar, aproximadamente. La entrada del aire se consigue por dos vías, que generalmente trabajan en un conjunto: por un lado entra aire nuevo del exterior, que se mezcla con aire interior recirculado de la cabina, ambos impulsados de nuevo hacia las bocas de aire generales situadas en la parte alta del interior de la cabina de los aviones, así como hacia las boquillas individuales situadas encima de los asientos. Este aire es previamente calefactado mediante un intercambiado de calor, controlado por un termostato, aprovechando el propio calor que desprende la turbina del avión antes de ser impulsado hacia la cabina. Los conductos encargados de absorber al aire para eliminarlo de la cabina están en la parte inferior de la cabina de pasajeros.
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